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EL ARTE DE LAS ARTES - nace el cine

La fecha oficial del nacimiento del cine es el 28 de diciembre de 1895 en París. En este día se celebró la primera proyección pública con entrada del Cinematógrafo, inventado por los hermanos franceses Auguste y Louis Lumière.

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Esta primera proyección de cine público de la historia tuvo lugar en el Boulevard des Capucines. Al pasar por el número 14 del Boulevard des Capucines (distrito 9), es posible que solo se note el lujoso Hôtel Scribe, perdido en el bullicio constante de los Grands Boulevards de París. Pero si se observa con atención, se observará una placa conmemorativa a la entrada de los restaurantes y salones del hotel que recuerda lo siguiente:

"Aquí, el 28 de diciembre de 1895, tuvieron lugar las primeras proyecciones públicas de fotografía animada con el cinematógrafo, un aparato inventado por los hermanos Lumière".

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Fue en el Salón Indio del Grand Café, ubicado en el número 14 del Boulevard des Capucines, en París, con proyección de una decena de cortometrajes llamados "vistas", y el más famoso de los cuales es "La salida de la fabrica" en Lyon. Aunque ya existían proyecciones privadas anteriores, la primera tuvo lugar el 22 de marzo de 1895, fue esta proyección pública la que marcó el verdadero inicio de la explotación del cine como espectáculo y, en consecuencia, su nacimiento oficial.

VER Reconstrucción de la primera proyección cinématografica en el siguiente link:


El manifiesto de las 7 artes por Ricciotto Canudo Nació el Cine....pero ¿ desde cuando se le considero un arte?. El cine en sus inicios se considero una curiosidad mas entré todas las nuevas invenciones de la época o solo para el entretenimiento fugaz a cambio de un centavo, (los populares nickel odeons) sin embargo en una era de movimientos del futurismo y de la vanguardia ya se vislumbraba un gran potencial en este invento y su inmenso impacto en la cultura y sociedad a nivel mundial.

Pero ¿Cuándo nació como séptimo arte?, es una importante pregunta que aborda el reconocimiento del cine como una forma de arte en sí misma. Se atribuye al crítico y teórico italiano Ricciotto Canudo darle el término "Séptimo Arte". En tal Manifiesto de las Siete Artes, Canudo interpreta el cine como la suma final de la ciencia y el arte, la circunstancia perfecta en que quedan unidas la máquina y el sentimiento. Esta idea era por supuesto y sobre todo respaldada por las vanguardias, muy especialmente por el futurismo, del que Canudo era seguidor. Canudo consideraba el cine como el Arte Total, la síntesis de las artes anteriores, capaz de combinar tanto las artes del espacio (arquitectura, escultura, pintura) como las artes del tiempo (música, danza, poesía/literatura) a través del movimiento y la luz.

Fue, pues, gracias a esta teoría, a principios de la década de 1920, que el cine obtuvo su legitimidad artística y la denominación de «Séptimo Arte», que se popularizó a principios del siglo XX.

NOTA.- En el año 1911 Canudo publicó su primer ensayo titulado "El nacimiento de un sexto arte", en aquel entonces, clasificaba las artes de forma diferente. En el año 1923 Ricciotto Canudo clasificó oficialmente el cine como el séptimo arte, siguiendo las seis artes tradicionales:

Cine - Arquitectura - Escultura - Pintura - Música - Poesía (o Literatura) - Danza (o Teatro/Performance).

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Manifiesto de las Siete Artes

I.

La Teoria de las Siete Artes ha ganado rápidamente terreno, extendiéndose por todo el mundo. Ha aportado una clarificación a la total confusión de géneros e ideas, como una fuente de nuevo reencontrada. No voy a hacer alarde de dicho descubrimiento, porque toda teoria implica el descubrimiento de un principio fundamental. Me limito a comprobar su difusión; de la misma forma que, al enunciarla, hacía constar su necesidad. Si bien los muchos y nefastos tenderos del cine han creído poderse apropiar del término «Séptimo Arte» que da prestigio a su industria y a su comercio, no han aceptado empero la responsabilidad impuesta por la palabra «arte». Su industria sigue siendo la misma, más o menos bien organizada desde el punto de vista técnico; su comercio se mantiene floreciente o en decadencia, según los altibajos de la emotividad universal. Su «arte», salvo algún raro ejemplo en el que el cineasta es capaz de exigir e imponer su propia voluntad. Pero este arte de síntesis total que es el Cine, este prodigioso recién nacido de la Máquina y del Sentimiento, está empezando a dejar de balbucear para entrar en la infancia. Y muy pronto llegará la adolescencia a despertar su intelecto y a multiplicar sus manifestaciones; nosotros le pediremos que acelere el desarrollo, que adelante el advenimiento de su juventud. Necesitamos al Cine para crear el arte total al que, desde siempre, han tendido todas las artes.

II.

Y aqui va a ser necesario explicar una vez más, rápidamente, aquella teoria ya conocida en los círculos más iniciados como la «Teoría de las Siete Artes». La fuente que hemos encontrado nos la revela en toda su claridad. Descubrimos que, en realidad, dos de estas artes surgieron originariamente del cerebro humano para permitirle fijar todo lo efimero de la vida, en lucha contra la muerte de las apariencias y de las formas, enriqueciendo a las generaciones con la experiencia estética. Se trataba, en los albores de la humanidad, de algo que completase la vida, elevándola por encima de las realidades fugaces, afirmando la eternidad de las cosas ante las que los hombres experimentaban una emoción. Así se crearon los primeros focos de emoción, capaces de irradiar sobre todas las generaciones lo que un filósofo italiano llama «el olvido estético», es decir, el goce de una vida superior a la vida, de una personalidad múltiple que cada uno puede crearse al margen y por encima de la propia. En mi Psychologie musicale des Civilisations [París, Sansot, 1908] ya señalé que la Arquitectura y la Música habían expresado inmediatamente esta necesidad ineluctable del hombre primitivo, que intentaba «retener» para sí mismo todas las fuerzas plásticas y rítmicas de su existencia sentimental. Al construir la primera cabaña, al bailar la primera danza con el mero acompañamiento de la voz como pauta para mover los pies sobre el suelo, ya había descubierto la Arquitectura y la Música. Más tarde embelleció a la primera con la representación de los seres y de las cosas cuyo recuerdo deseaba perpetuar, mientras añadía a la danza la expresión articulada de sus movimientos: la palabra. De esta forma había inventado la Escultura, la Pintura y la Poesía; había concretado su sueño de inmortalidad en el espacio y en el tiempo. A partir de aquel momento el Ángulo estético había aparecido ante su espíritu.

III.

Querría señalar ya ahora que si bien la Arquitectura, surgida de la necesidad material de protegerse, se afirmó netamente individualizada frente a sus complementarias, la Escultura y la Pintura, la Música, en cambio, ha seguido a través de los siglos un proceso completamente inverso. Surgida de una necesidad enteramente espiritual de elevación y de superior olvido, la Música es realmente la intuición y la organización de los ritmos que rigen toda la naturaleza. Pero primero se manifestó en sus complementarias, la Danza y la Poesía, hasta llegar miles de anos después a la liberación individual, a la Música sin danza y sin canto, a la Sinfonía. Como entidad determinante de toda la coreografía del lirismo, existía ya antes de convertirse en lo que nosotros llamamos Música pura, precediendo a la Danza y a la Poesía. Así como las formas en el Espacio son fundamentalmente Arquitectura, los ritmos en el Tiempo, no son sobre todo Música?

Finalmente el «círculo en movimiento» de la estética se cierra hoy triunfalmente en esta fusión total de las artes que se llama «Cinematógrafo». Si tomamos a la elipsis como imagen perfecta de la vida, o sea, del movimiento — del movimiento de nuestra esfera achatada por los polos —, y la proyectamos sobre el plano horizontal del papel, el arte, todo el arte, aparece claramente ante nosotros.

Centenares de siglos humanos han proyectado sobre esta elipsis en movimiento su mayor aspiración común, mantenida siempre por encima del tumulto de los siglos y de las alteraciones del animo individual. Todos los hombres, bajo cualquier clima histórico, geográfico, étnico o ético, han hallado el placer más profundo, que consiste simplemente en el mas profundo «olvido de sí mismos», dejándose envolver por las tenaces espirales del olvido estético. Este sublime olvido es reconocible en el gesto del pastor, blanco, negro o amarillo, que esculpe una rama de árbol en la desolación de su soledad. Pero, a lo largo de todos estos siglos hasta el nuestro, entre todos los pueblos de la tierra, las dos Artes y sus cuatro complementarias, han seguido siendo siempre las mismas. Lo que contingentes internacionales de pedantes han creído poder llamar «la evolución de las artes» no es más que logomaquia.

Nuestra época es incomparable desde el punto de vista de la fuerza interior y exterior, de la nueva creación de un mundo interior y exterior, del descubrimiento de energías hasta ahora insospechadas: interiores y exteriores, físicas y religiosas.

Nuestro tiempo ha sintetizado en un impulso divino las múltiples experiencias del hombre. Y hemos sacado todas las conclusiones de la vida práctica y de la vida sentimental. Hemos casado a la Ciencia con el Arte, quiero decir, los descubrimientos y las incógnitas de la Ciencia con el ideal del Arte, aplicando la primera al último para captar y fijar los ritmos de la luz. Es el Cine.

El Séptimo Arte concilia de esta forma a todos los demás. Cuadros en movimiento. Arte Plástica que se desarrolla según las leyes del Arte Rítmica. Ése es el lugar en el prodigioso éxtasis que la conciencia de la propia perpetuidad regala al hombre moderno. Las formas y los ritmos, lo que conocemos como Vida, nacen de las vueltas de manivela de un aparato de proyección. Nos ha tocado vivir las primeras horas de la nueva Danza de las Musas en torno a la nueva juventud de Apolo. La ronda de las luces y de los sonidos en torno a una incomparable hoguera: nuestro nuevo espíritu moderno. Ricciotto Canudo año 1911


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